Confiar y esperar

     “La sabiduría humana se encierra por entero en estas dos palabras: ¡Confiary esperar!”, como magistralmente narró Alejandro Dumas (padre) en la que, para mí, es la obra de obras, el clásico clímax literario de todos los tiempos: El Conde de Montecristo.

         Tal y como Edmundo Dantés, desde mi nacimiento, he desafiado los infortunios y los parabienes de una vida que, en el devenir del tiempo, ha transcurrido como una embarcación que surca mares turbulentos e inexplorados en una nación indómita que se ve vulnerable ante los embates de las coyunturas de su realidad.

         Mi nombre es Fabiola Miranda, nací en marzo de 1997 en una familia venezolana de raíces andinas, pero con acentuada impronta caraqueña. Mi madre, una mujer de temple, temperamento y voluntad de hierro; mi abuela, una mujer de corazón indomable y humildad inquebrantable; mis tías, mujeres de bien que, sin duda, contribuyeron con mi crianza. En un ambiente cargado de risas, de domingos familiares, crecí, rodeada de personas que con su nobleza me guiaron hacia la confianza y la espera, hacia la sabiduría, hacia el conocimiento.

         En un contexto histórico cuyas continuidades y rupturas cargadas de incertidumbre se encontraron con el antídoto del amor y la formación, empecé mi educación preescolar en el Colegio Santa Teresita del Niño Jesús, en el centro de Caracas, donde aprendí de forma acelerada e inesperadamente precoz, todas y cada una de las herramientas que marcaron mis primeros tres años de escolarización.

      Continué mi maravilloso viaje hacia la sistematización y la universalización de mi pensamiento crítico en el Colegio La Salle de Tienda Honda, donde viví 11 años de aprendizaje experiencial de calidad, orientado al servicio, a la deliberación, al ejercicio ciudadano y a la adquisición de un marco de valores y principios éticos y morales que de la forma más escolástica y a la vez kantiana posible, me llevaron a asumir un imperativo categórico en el que procuro obrar deforma tal que mis acciones pudieran ser tomadas como ley universal y el mundo continuaría siendo un lugar agradable para vivir, porque creo que actuar haciendo eco de mi carácter y mis buenas costumbres, me hace una persona de virtud.

      De esa manera crecí, mi educación preescolar, primaria y básica estuvieron acompañadas de actividades complementarias de crecimiento extracurricular, estuve en dibujo, baile, música, idiomas, y toda propuesta que se me hizo interesante para afianzar mi cultura general. Siempre he sido fan de cultivar el intelecto para un mejor enfoque omnicomprensivo de la realidad.

          Soy aficionada a la lectura, me gusta escribir. Mis padres me dieron la oportunidad de viajar desde mi niñez, ya a los tres años de edad había sobrevolado el continente y a los 18 había conocido más de 12 países y visitado algunas partes del territorio nacional. Eso me motivó a manifestar una tendencia indiscutible hacia el respeto a la pluralidad, la tolerancia, el reconocimiento al multiculturalismo y la defensa de los derechos de todas las personas sin importar ningún tipo de condicionamiento por características externas de su humanidad, o cualquier expresión de su pensamiento, práctica ideológica o razón religiosa o filosófica.

        Aproximadamente a los 12 años empecé a formarme, gracias a la influencia de mi mamá, en el área de las comunicaciones corporativas y las relaciones públicas, el liderazgo y los derechos humanos, la oratoria y el protocolo. Mi espíritu es profundamente politológico y filosófico, impulsado por mi madre y por mi experiencia como lasallista.

     Mi primer contacto con la educación preuniversitaria fue en el Curso Propedéutico Benjamín Franklin, donde me preparé en el área de Ciencias Políticas y Sociales. Con una amplia base de competencia intercultural, a mis casi 17 años me fui a Estados Unidos de América, específicamente a Houston, Texas, a estudiar ESOL, siglas en inglés para English for Speakers of Other Languages, lo cual traduce como “Inglés para Hablantes de Otros Idiomas”, en el Houston Community College, parte del LoneStar College System, en el núcleo de Cypress; representando mi inicio en el mundo universitario.

        Recién cumpliendo los 18 años, ingresé a la Universidad Central de Venezuela, la Casa que Vence las Sombras, mi majestuosa Alma Máter, producto de mi promedio de calificaciones en bachillerato, por medio de la asignación correspondiente al sistema de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU).

     Así, hice vida durante 4 años y medio como estudiante de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, en la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos, donde finalicé mi carga académica de pregrado. El 23 de Julio del 2021, egresé de la Magna, Autónoma, Solemne, Plural y Democrática UCV, luego de la espera de acto de grado por el contexto de la Pandemia por la COVID-19, como Politóloga, cuarta de mi promoción.

   Simultáneamente, desde 2017, curso estudios de pregrado en Comunicación Social mención Organizacional en la Universidad Católica Santa Rosa, donde actualmente me encuentro en la última etapa de la carrera. Además, he realizado múltiples cursos de capacitación y actualización en distintas áreas, avalados por instituciones nacionales e internacionales, incluyendo diplomados, talleres, simposios, y demás modalidades de enseñanza, tanto de forma virtual, como presencial.

      Mi experiencia en el campo laboral ha estado marcada por la asesoría independiente en el ámbito académico y de micro y pequeñas empresas, la coproducción, asistencia y conducción radial, la gestión de proyectos, la asistencia administrativa y de ventas, y el desarrollo de actividades freelance.

      He realizado actividades de participación comunitaria, porque creo fehacientemente en que la labor social es una forma de impactar positivamente en el desarrollo integral y sostenible de nuestra sociedad, y cada día trato de aportar mi esfuerzo y mi valor para generar espacios de entendimiento que sigan permitiendo construir país.

      “Quizás lo que hacemos es solo una gota de agua en el mar, pero el mar no sería el mismo sin esa gota”, dijo Teresa de Calcuta, y, como Edmundo Dantés, seguiré aportando mi gota al mar con confianza y con espera, para alcanzar la sabiduría que me permita continuar con mi filosofía de vida marcada por la virtud y el conocimiento.